El conocimiento de la electrónica es una habilidad que cada vez tiene más aplicaciones junto al conocimiento de la informática y es que, gracias a la aparición de Arduino, Raspberry, y computadoras similares a un precio muy económico, muchas personas han dado el salto a crear sus propias máquinas en vez de comprarlas. Este fenómeno, unido a la existencia de las redes sociales, ha resultado en un increíble desarrollo en el conocimiento público sobre todos estos temas, ya que la mayoría de los diseñadores “regalan” sus invenciones publicándolas en internet bajo el sello de Creative Commons, con el objetivo de que otros interesados puedan replicar las máquinas con sus propias manos.

Esto lleva a que las personas que se atreven a poner en práctica estos diseños adquieran a su vez unos conocimientos que les permitirán en un futuro ser capaces de crear diseños propios partiendo de cero, para posteriormente poder compartirlos, resultando así una espiral exponencial de creación de conocimientos gratuitos.

Pero, volvamos al tema principal. Todos estos inventos permiten que cualquier persona que esté dispuesta a dedicar algo de tiempo a la electrónica y la programación será capaz de tener su propio taller en casa. Ya no hace falta gastarse miles y miles de euros en una máquina CNC, ya que con estos ordenadores, que pueden adquirirse por menos de 50 €, o una impresora 3D por menos de 200 €, y algo de tornillería, tenemos las bases para prototipar cualquier tipo de máquina, pudiendo incluso realizarla totalmente impresa en plástico si esta no necesita ser muy robusta.

Evidentemente esto supone una enorme bajada de la barrera de entrada a la hora de iniciar cualquier tipo de empresa que necesite de estas máquinas que se controlan por ordenador. Un gran ejemplo es Josef Prusa, cuyo diseño de impresora 3D le ha llevado a dirigir su propia compañía de impresoras.

Socialmente, el hecho de que cualquier persona pueda acceder a cualquier máquina puede suponer un riesgo para las empresas ya establecidas en este sector, tanto por facilitar el acceso al mercado a la competencia, como por la posibilidad de que sus clientes puedan acceder a estos productos ellos mismos.

Queda patente que este tipo de aparatos pueden llevarnos a una nueva revolución industrial, no del tipo 4.0 de la que se habla con la implementación del internet en las máquinas, sino de la democratización de la maquinaria. Cada uno podrá disponer de lo que necesite en su propia casa o en el vecindario. Puede que nos estemos acercando a un mundo donde impere la economía colaborativa y, desde luego, lo lógico sería estar preparado para ello.